Estados Unidos, ha intensificado sus políticas de persecución hacia los migrantes venezolanos, utilizando leyes xenófobas como la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, una norma que históricamente se ha usado en tiempos de guerra.
Esta ley, ahora invocada para justificar la deportación y criminalización de venezolanos, ha llevado a la separación de familias, encarcelamientos arbitrarios y la estigmatización de toda una comunidad. La aplicación de esta ley no solo viola los derechos humanos, sino que también refleja una tradición de racismo institucional, similar a la que en su momento afectó a otras minorías como los chinos y los judíos en siglos anteriores.
Simultáneamente, el gobierno estadounidense ha escalado su guerra económica contra Venezuela, mediante la imposición de sanciones que afectan tanto al país como a sus socios comerciales.
Washington ha impuesto aranceles a naciones que compran petróleo venezolano, violando las normas internacionales del comercio y afectando la soberanía de estos países. Estas medidas buscan asfixiar económicamente a Venezuela, pero también castigar a aquellos que desafían el poderío estadounidense, en una clara muestra de imperialismo que utiliza el comercio como herramienta de presión política.
Este patrón no es nuevo. La estrategia de sanciones económicas y criminalización de la migración fue utilizada anteriormente contra Cuba, con el bloqueo económico que ha durado más de seis décadas. En el caso cubano, las sanciones no lograron doblegar al pueblo, pero sí provocaron una migración forzada que fue instrumentalizada para justificar leyes como la «Ley de Ajuste Cubano». Hoy, con Venezuela, el guion se repite: la destrucción económica, la migración forzada y la criminalización de los migrantes se combinan en un ciclo vicioso.
EL PAPEL DE LA CELAC Y LOS BRICS+ EN LA DEFENSA DE VENEZUELA
Frente a esta agresión imperialista, la respuesta de los pueblos de América Latina se ha hecho más sólida. Desde las calles de Bogotá hasta los foros de la CELAC, se ha levantado un rechazo contundente a las sanciones y a las políticas migratorias de Estados Unidos. La solidaridad con Venezuela crece, y hay una creciente cooperación entre países del Sur Global, como los BRICS+ y la CELAC, que buscan alternativas económicas y políticas frente a la hegemonía estadounidense.
La lucha contra este imperialismo no solo es una batalla por Venezuela, sino por la dignidad y soberanía de todos los pueblos. La solidaridad internacional es clave para contrarrestar las políticas coercitivas de Estados Unidos. El fortalecimiento de alianzas económicas alternativas, la protección migratoria regional y la denuncia de los crímenes contra migrantes ante la Corte Penal Internacional son pasos fundamentales para construir un mundo más justo y equitativo, donde ningún migrante sea tratado como enemigo y ningún pueblo sea colonia.

