El Partido Liberal de Honduras atraviesa una de sus crisis más profundas y evidentes. En una reciente conferencia de prensa de su bancada legislativa, apenas cuatro figuras comparecieron, los diputados Jorge Cálix, Iroskha Elvir, Mauricio Rivera y Josué Colindres, este último suplente de Elvir. Ninguno de ellos fue electo originalmente bajo la bandera liberal, dejando en evidencia el colapso interno de un partido que ha perdido su base y su esencia.
En esta conferencia salieron a justificar el rol de los diputados liberales que gestionaron fondos sociales, demostrando que aún para un tema de vital importancia, hay ausencia absoluta de autoridades liberales.
Para un tema de tanta importancia política, la ausencia del presidente del Consejo Central Ejecutivo, Roberto Contreras, fue notable. Contreras ha generado tensiones y desconfianza incluso entre los suyos, debido a su errática conducción y problemas de estabilidad emocional. En medio del caos, ha amenazado con abandonar el barco, dejando al partido aún más a la deriva.
Y es que Contreras ve a su partido como su finca personal, generando enfrentamientos y conflictos con las recién electas autoridades de ese instituto político.
Hoy, el Partido Liberal no solo carece de liderazgo, también de identidad. Las figuras que lo representan no son militantes auténticos ni herederos de una tradición liberal consolidada. Son actores migrantes de otras fuerzas políticas que han hecho del oportunismo su bandera. Ejemplo claro es la figura de Salvador Nasralla, designado como su candidato presidencial y su esposa, la diputada Iroskha Elvir, ambos sin un compromiso histórico ni ideológico con el liberalismo.
Este partido, pieza clave del esquema bipartidista que por décadas saqueó a Honduras, tiene una cuota ineludible de responsabilidad en la pobreza estructural, la exclusión social y la corrupción sistémica que aqueja al país.
Plantearse ahora como una alternativa política representa una contradicción directa a los intereses que han defendido históricamente. El Partido Liberal no está renovándose: está sobreviviendo con actores reciclados, sin una base militante que lo respalde, y sin el rumbo que alguna vez lo convirtió en un actor relevante de la vida nacional.

