Durante más de una década, el Partido Nacional gobernó Honduras con una red de corrupción que desangró al Estado. Entre 2010 y 2021, se consolidó un modelo de saqueo sistemático: desde el desfalco al Seguro Social hasta contratos fraudulentos, obras inconclusas, y la captura de instituciones claves del país.
No fue solo corrupción administrativa: el país fue arrastrado a la vinculación directa con el narcotráfico y el crimen organizado, alcanzando su punto más alto con la condena del expresidente Juan Orlando Hernández en una corte de Nueva York por delitos ligados al narcotráfico. Una mancha histórica que expone el verdadero rostro de quienes hoy, con cinismo, buscan regresar al poder.
Además, su gestión profundizó la pobreza y la desigualdad. Privatizaron servicios básicos, desmantelaron programas sociales, criminalizaron la protesta social y abandonaron al campo y a los sectores más vulnerables. Convirtieron el país en uno de los más violentos del mundo, obligando a miles de hondureños a migrar en condiciones inhumanas.
Hoy, sin asumir responsabilidad alguna, reaparecen en el escenario político como si nada hubiera pasado, intentando lavarse la cara y venderse como “la alternativa”. Pero el pueblo no olvida. El daño causado por el Partido Nacional no es parte del pasado: sus consecuencias siguen pesando en cada familia hondureña.
La historia reciente de Honduras no puede repetirse. Quienes saquearon el país no pueden volver a dirigirlo.

