Honduras está otra vez frente a una decisión grande, de esas que no solo cambian gobiernos sino el rumbo del país por años. Y como ya ha pasado otras veces, cuando se acerca la hora de votar empiezan a sonar los mismos discursos de miedo. Los mismos grupos de siempre, los que ya conocemos, vuelven a traer fantasmas para asustarnos. Hablan de comunismo, de caos, de que vamos a perder las libertades… lo mismo de siempre. Prometen un regreso a un pasado que, seamos sinceros, para la mayoría no fue más que abandono, abusos y corrupción.
Frente a ese ruido, nuestra responsabilidad es elegir con claridad. Volver a ver quiénes somos y recordar que, cuando el pueblo se organiza y no se deja intimidar, tiene una fuerza que nadie puede detener.
Porque ya sabemos cómo funciona su manual. Cuando no tienen propuestas, cuando su historial está marcado por la corrupción y el desastre, el miedo es su último recurso. Los partidos que gobernaron durante décadas, con mano dura y bolsillos llenos, repiten el mismo libreto gastado, que Libre quiere imponer un régimen comunista, que va a expropiar propiedades, que va a quitar libertades.
Pero todos sabemos que eso no es cierto. Y también sabemos quiénes fueron los que de verdad cercenaron libertades con estados de sitio, represión y persecución. ¿Acaso no fueron ellos quienes entregaron nuestros recursos y nuestra soberanía con las ZEDE? Esa sí fue una expropiación real, disfrazada de “desarrollo”.
Lo hacen para no hablar de lo que sí hicieron: quebrar la economía, hundir la seguridad y corromper la justicia. Por eso hoy solo pueden intentar sembrar pánico. Y desmontar sus mentiras no requiere discursos complicados; basta con ver los hechos. Este gobierno ha trabajado para abrir espacios de participación, para defender la democracia y para dignificar a los más olvidados.
Libre no nació en salones de lujo ni en escritorios empresariales. Nació en la calle, en la resistencia, en la indignación de un pueblo que ya no aguantaba más abusos. No es un movimiento sostenido por dinero, sino por convicciones compartidas. Es la fuerza de comunidades, de colectivos, de sindicatos, de maestras y estudiantes, de mujeres, jóvenes y campesinos. Es la prueba de que, cuando el pueblo se levanta unido, hasta el poder más arrogante termina doblando el brazo.
Por eso esta elección no es una elección cualquiera. Es la defensa del espacio ciudadano que tanto costó recuperar. La oposición le teme a esa fuerza porque no la controlan. Su política es vertical, fría, desde arriba. La nuestra nace desde abajo, desde la gente. Por eso intentan desanimarnos, sembrar dudas, apagar la participación. Pero cada voto por Libre es, en realidad, un voto por mantener viva esa organización que ha demostrado que sí puede cambiar las cosas.
En este momento, vale la pena volver a recordar lo que pasó el 28 de noviembre de 2021. Esa madrugada no fue un día más. Fue un desahogo colectivo. Después de años de resistencia, la voluntad del pueblo derrotó a un aparato que parecía invencible. Las calles vibraron, no por una simple victoria electoral, sino por la sensación de que por fin se abría una puerta hacia algo distinto.
Ese recuerdo tiene que acompañarnos hoy. Nos demuestra que el cambio sí es posible. Que no ganó un partido, ganó un pueblo entero. Que Honduras puede ser más justa, más digna, más nuestra. No dejemos que el miedo de ahora borre la claridad de ese momento ni que las mentiras nos quiten la esperanza que tanto costó construir.
Hondureñas y hondureños, estamos en una encrucijada. De un lado está el miedo, el retroceso y el mismo pasado que ya nos dañó. Del otro, la esperanza y la continuidad de un proyecto que no es perfecto, pero que es nuestro, construido a pulso y con miles de manos.
No voten con miedo. Voten con memoria, con convicción, con esa certeza que sintieron en 2021. Voten por ustedes y por el país que queremos dejarle a los que vienen. Voten sin dejarse intimidar.
Este 30 de noviembre no estamos eligiendo únicamente un gobierno. Estamos decidiendo si seguimos construyendo juntos un capítulo nuevo, o si devolvemos el rumbo a quienes ya demostraron de lo que son capaces.
Yo elijo la esperanza. Yo elijo seguir adelante. Yo elijo Libre.
Porque el miedo ya no manda. Y porque el futuro, nos guste o no, depende de cada uno de nosotros.
Por: Erasmo Zelaya Gonzales
Licenciado en Sociología
Especialista en Defensa y Seguridad Nacional

