El diputado por el departamento de Comayagua, Rolando Barahona, anunció recientemente su incorporación al Partido Liberal tras haberse desempeñado inicialmente como legislador del Partido Nacional de Honduras (2021-2025) y luego como independiente.   

En su cambio de partido, Barahona afirmó mediante un video que él mismo difundió que su decisión se produjo “por incitación y sugerencia” de la Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa. A partir de esta declaración, surge un cuestionamiento al rol que ejerce la embajada norteamericana en la política hondureña, especialmente en el apoyo o influencia sobre actores de la oposición conservadora.

En su afirmación de que la embajada estadounidense lo instó a cambiar, Barahona abre una ventana a un tema delicado: ¿hasta qué punto actores diplomáticos externos pueden influir o condicionar decisiones políticas soberanas en Honduras? Honduras ha vivido en las últimas décadas una relación de fuerte dependencia y cercanía con Estados Unidos, tanto en materia de seguridad, migración, economía y política. Pero cuando un legislador afirma que un actor externo le indicó cambiar de partido, se pone en evidencia un posible quiebre entre la soberanía del sistema político hondureño y la influencia diplomática/exterior.

Por un lado, si es cierto que la embajada ejerció presiones o incentivos para provocar ese cambio de partido, estaríamos ante un episodio de injerencia en los procesos internos, lo cual debilita la imagen de autonomía del sistema político. Tal intervención podría interpretarse como un apoyo indirecto a ciertas fuerzas políticas ya sea de la oposición conservadora u otras en detrimento de una competencia electoral equitativa.