El sacerdote de la Basílica de Suyapa, Juan Hernández, se pronunció con contundencia ante las declaraciones del analista político Rafael Jerez, quien intentó dar un tinte político a la reciente caminata religiosa al señalarla como un “acontecimiento histórico que el oficialismo no pudo controlar”.
Hernández rechazó de forma contundente esa interpretación y defendió la esencia espiritual de la actividad.
“Con todo respeto Rafa. Usted no es la voz objetiva de la realidad nacional, usted defiende una línea partidista y es propia de quienes representan la oposición. Por tanto, creo que eso no se fundamenta en un espíritu evangélico”, expresó.
Política disfrazada de fe
Mientras los organizadores religiosos convocaban a la marcha, varios de ellos se movilizaban con fuertes medidas de seguridad: escoltas, chalecos antibalas y vehículos propios, miles de fieles que caminaron bajo el sol durante toda la jornada.
La incongruencia despertó cuestionamientos sobre la autenticidad del mensaje de paz que decían defender.
Si la intención era abogar por la paz y la defensa del pueblo, ¿por qué en 2009, durante la represión del golpe de Estado, en las protestas de 2017 o en los oscuros años de la Doctrina de Seguridad Nacional en la década de los 80, nunca se convocaron marchas masivas en defensa de la población que sí sufría violencia, persecución y muerte?
Dirigentes de la oposición, que nunca pisan una iglesia, desfilaron en primera fila bajo el discurso de “defender la democracia”, cuando en realidad lo que buscaban era ganar protagonismo y levantar su imagen ante la opinión pública.
En San Pedro Sula, el alcalde liberal Roberto Contreras no perdió la oportunidad de colgarse de la actividad: se mostró en redes sociales presumiendo su participación, pero lo hizo cómodamente, bajo sombra y descansando, mientras los demás marchaban.
Una actitud que dejó en evidencia el uso mediático del evento más que un verdadero compromiso con los feligreses.
Con estas posturas encontradas, la Iglesia católica, en voz del sacerdote Hernández, marcó la línea: la fe no debe convertirse en instrumento político ni prestarse a shows mediáticos.

