El video filtrado del expediente 15-CR-379 en cortes estadounidenses ha confirmado lo que por años fue un secreto a voces: el narcotráfico financió al Partido Liberal en 2013 y Mauricio Villeda fue uno de los operadores directos que se benefició de ello.

Según declaraciones del narcotraficante Devis Leonel Rivera Maradiaga, alias “El Cachiro”, el enlace para esta operación fue Roberto Micheletti, uno de los actores y protagonista clave del golpe de Estado de 2009 cometido en contra del expresidente José Manuel Zelaya Rosales.

Micheletti en 2013 fue el padrino político de Mauricio Villeda, y ahora, lo es de Salvador Nasralla Salum, quien se presenta como un “outsider” de la política, pero mantiene fuertes vínculos con actores cuestionados.

El nombre de Roberto Micheletti vuelve a escena no como una figura del pasado, sino como operador político activo. Fue él quien, según “El Cachiro”, organizó la reunión entre Villeda y los narcotraficantes. Hoy, es también el promotor y asesor cercano de Salvador Nasralla.

El escándalo no solo expone una transacción criminal entre Villeda y el narcotráfico, sino que revela la continuidad de una estructura que se recicla bajo nuevas caras. En este caso, la figura emergente es Salvador Nasralla, quien, lejos de romper con el pasado, ha respaldado y promovido a los mismos actores implicados en este entramado de corrupción y narcotráfico.

Y es que la historia no miente, en 2018, Nasralla propuso a Mauricio Villeda como presidente del Congreso Nacional, y recientemente ha impulsado su nombre para integrar el Consejo Nacional Electoral (CNE). Y es que curiosamente, pese a la gravedad de las denuncias, Nasralla no ha condenado públicamente a Villeda, ni ha pedido su separación del Congreso.

Las imágenes de Nasralla en reuniones privadas en la casa de Micheletti ya no pueden ser ignoradas. Lejos de representar un nuevo proyecto político, Nasralla parece ser el nuevo rostro de un viejo pacto: el del narcoliberalismo.

Con el silencio cómplice, el Partido Liberal demuestra tolerancia ante estas prácticas criminales. Nasralla ha guardado un silencio absoluto ante los vínculos de Villeda con el narcotráfico. Incluso su esposa ha declarado que ni ella ni su esposo pueden separar a nadie del partido, aunque haya señalamientos criminales.

La tibieza de Nasralla ante casos de corrupción dentro de su propio bloque contrasta con su retórica pública. Su actitud no solo es incoherente, lo convierte en cómplice de la misma estructura que dice combatir.

El escándalo de Villeda no es un hecho aislado. Es parte de una red donde las caras cambian, pero los intereses siguen intactos. El Cachiro entregó 400 mil dólares en busca de un presidente a su servicio. Hoy, la estructura promueve a Nasralla Salum con el mismo objetivo.

Si Nasralla realmente quiere hablar de corrupción, debería empezar por casa. Si Villeda no tiene nada que ocultar, que dé la cara y se retire del Congreso. Y si Micheletti es el vínculo con el crimen organizado, ¿por qué sigue siendo el padrino político del “anticorrupción”?

Roberto Michelleti y Salvador Nasralla

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