La denuncia presentada por Marlon Ochoa, consejero del Consejo Nacional Electoral (CNE), sobre un plan de boicot a las elecciones generales de 2025, ha evidenciado un silencio revelador en los sectores opositores.
Mientras el país exige respuestas y acciones firmes frente a las pruebas que apuntan a una conspiración político-militar, la oposición integrada por el bipartidismo tradicional y grupos conservadores ha optado por ignorar o minimizar la gravedad del hecho, dejando claro que su interés no es proteger la democracia, sino entorpecer el proceso electoral y frenar el triunfo del Partido Libre.
La actitud de indiferencia y negación de los partidos tradicionales demuestra que su estrategia no pasa por el debate de ideas ni por la competencia electoral legítima, sino por crear desconfianza en las instituciones, desacreditar al órgano electoral y provocar una crisis política que les permita justificar maniobras antidemocráticas. El país ha sido testigo de cómo estas fuerzas del pasado, acostumbradas al control del poder por medio de pactos e impunidad, ahora buscan sabotear la voluntad popular ante el temor de una nueva derrota en las urnas.
La denuncia de Ochoa no puede ni debe tratarse como un simple ruido político. Contiene audios, documentos y testimonios que, comprometen a figuras con poder dentro de las estructuras partidarias y militares. Sin embargo, en lugar de exigir una investigación inmediata y transparente, la oposición elige el silencio, la burla o la descalificación. Con ello, se convierten en cómplices de los intentos de manipular el proceso electoral, atentando directamente contra la soberanía del pueblo hondureño.
La tolerancia del bipartidismo ante estas acciones ilegales no solo revela su falta de compromiso con la democracia, sino también su disposición a cruzar cualquier límite para recuperar el control político que perdieron por decisión del pueblo. Esa permisividad frente a un posible delito electoral refleja una grave crisis ética y una peligrosa normalización de la corrupción política.
El pueblo hondureño no debe dejarse engañar. Defender la democracia hoy significa denunciar el sabotaje, exigir justicia y proteger el derecho al voto libre, frente a quienes, con discursos de “normalidad” y “equilibrio”, intentan encubrir una nueva conspiración contra la voluntad popular.

