El aspirante presidencial Salvador Nasralla sostuvo una reunión con representantes de empresas generadoras de energía eléctrica para discutir la situación de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) y los contratos vigentes con el sector privado. Durante el encuentro, Nasralla habría presentado propuestas que, según diversos sectores, apuntan a fortalecer la participación de inversionistas privados en el sistema energético nacional.
Las reacciones no se hicieron esperar. El secretario de Energía y gerente de la ENEE, Erick Tejada, cuestionó hace unos días públicamente a Nasralla por lo que considera una intención de “privatizar” la estatal eléctrica. Tejada aseguró que existen intereses externos que buscan apropiarse de la ENEE y recordó que la empresa es un pilar estratégico del país, por lo que debe mantenerse bajo control público.
Las críticas surgieron luego de la reciente gira de Nasralla por España, donde se reunió con empresarios europeos interesados en invertir en el sector energético hondureño. Según trascendió, el político presentó oportunidades de colaboración y modernización del sistema eléctrico, enfatizando la necesidad de abrir espacio a la inversión extranjera para mejorar la eficiencia y la infraestructura.
No obstante, voces dentro del ámbito técnico de la ENEE advierten que dichas propuestas podrían reproducir modelos de privatización que en el pasado generaron altos costos para el Estado y los consumidores.
Y es que no se descarta que Nasralla le entregue partes de la institución a empresarios cuestionados como Guillermo Bueso; a banqueros como Camilo Atala y a la familias más poderosas del país que se han lucrado de la estatal por décadas.
En el pasado, las mismas personas con las que se reunió Nasralla y que ahora les promete el cielo y la tierra, son las que sangraron las finanzas de la ENEE con contratos sobrevalorados.
Para amortiguar las consecuencias de esas decisiones del bipartidismo, el Gobierno de Libre apostó por la renegociación de contratos con generadores privados, acción que fue rechazada por la mayoría de los empresarios poderosos de la generación eléctrica, mismos que ahora se sientan con Nasralla para que les garantice sus intereses.

