El más reciente comunicado del Partido Liberal en defensa del diputado y candidato Ricardo Elencoff confirma que este instituto político en lugar de marcar distancia de la corrupción, la tolera, la encubre y la justifica bajo el argumento de una supuesta “persecución política”.
Elencoff es señalado por el Ministerio Público de mantener vínculos con Midence Oquelí, acusado de lavado de activos y otros delitos graves en Estados Unidos.
🚨 El @MP_Honduras ejecuta allanamientos e inspecciones a bienes y empresas vinculadas al diputado liberal y presuntos socios de Midence Oquelí Martínez y del clan Montes Bobadilla, por su presunta relación con lavado de activos y otros delitos conexos pic.twitter.com/nXNhJoDoyK
— minota.com (@Minotahn) October 20, 2025
Sin embargo, lejos de exigir claridad y transparencia, la cúpula liberal decidió victimizar a su correligionario, presentándolo como un perseguido del sistema, un libreto ya demasiado conocido en la política hondureña cuando se trata de encubrir a los que cometen delitos.
Este comportamiento no es nuevo. El Partido Liberal, que en su momento fue una de las principales fuerzas políticas del país, ha preferido proteger a los suyos antes que depurar sus filas.
Basta recordar los casos del expresidenciable Mauricio Villeda, quien apareció en un video recibiendo dinero de Los Cachiros, o del alcalde Roberto Contreras, señalado por irregularidades administrativas y actos de corrupción en la Alcaldía de San Pedro Sula.
Es contradictorio que esta misma estructura, junto a figuras como Salvador Nasralla, se presente ante la ciudadanía como una alianza de “manos limpias” o “anticorrupción”, mientras en la práctica respalda a dirigentes cuestionados o en investigación. No se puede luchar contra la corrupción justificándola.
Defender a los señalados no es justicia ni lealtad partidaria; es una muestra más de cómo el poder político se blinda entre sí para sobrevivir a costa de la credibilidad y el bienestar del pueblo hondureño.

