Un impulso a la educación pública: merienda escolar mejora asistencia y concentración

La merienda escolar volvió a convertirse este año en uno de los pilares más visibles del esfuerzo por fortalecer la educación pública en Honduras. 

En total, 1,229,278 estudiantes recibieron alimentación diaria en 20,679 centros educativos a nivel nacional, con prioridad en escuelas de comunidades rurales y en zonas identificadas como vulnerables. 

Detrás de la cifra hay una intención clara: que ningún niño llegue al aula con hambre y que la nutrición deje de ser un obstáculo para aprender.

El Programa Nacional de Alimentación Escolar sostiene que una ración balanceada al día no solo mejora la salud de los estudiantes, sino también su asistencia y rendimiento. 

En varias regiones del país, maestros cuentan que el cambio es evidente: los alumnos llegan más temprano, participan más en clase y la deserción disminuye cuando la merienda está garantizada. Para muchas familias en condiciones precarias, esta ayuda representa además un pequeño respiro económico, al reducir parte del costo diario de alimentación.

El impacto es mayor en los territorios rurales, donde las distancias, la pobreza y la limitación de servicios suelen traducirse en mayor riesgo de abandono escolar. Allí, la llegada puntual de los alimentos funciona como un incentivo para matricular a los niños y asegurar que asistan con regularidad. 

También se han ampliado esfuerzos para incluir a comunidades indígenas y afrodescendientes, adaptando la entrega de alimentos a sus necesidades y contextos.

Aunque el programa ha sido reconocido por su alcance, todavía enfrenta desafíos importantes: garantizar la calidad nutricional de las raciones, mejorar la logística en zonas de difícil acceso y asegurar una supervisión constante que permita que cada producto llegue a manos de los estudiantes. 

También persisten llamados de especialistas para ampliar la variedad de los alimentos entregados y aumentar los días de cobertura durante el año escolar.

Aun con estos pendientes, la merienda escolar sigue siendo una de las políticas públicas más valoradas por las comunidades educativas. 

En cada aula donde un niño puede concentrarse porque ya comió, o donde una madre decide enviar a su hijo a estudiar con la tranquilidad de que no pasará la mañana con el estómago vacío, se ve reflejado el verdadero alcance del programa. Más que un plato de comida, es una oportunidad diaria para aprender, crecer y soñar.

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